Los que están presos en el contexto del fallido golpe de estado son delincuentes no prisioneros políticos porque cometieron daños mortales, físicos, morales y económicos y tienen que pagar.
¿Se le habrá olvidado al sacerdote Álvarez que, durante el fracasado diálogo se burlaba abiertamente y le declaraba al mandatario Daniel Ortega que sus días como presidente de Nicaragua estaban contados?